La luz lo inundaba todo, y en el centro de la luz, estaba él.
El más hermoso de la creación
El segundo en poder
Los rayos blancos se movían a su voluntad
A él le había dado Yavé el don de la ubicuidad
y todo le pertenecía.
Con un solo pensamiento estaba en otro lugar.
Más oscuro, mucho más oscuro.
La suciedad lo impregnaba todo.
su piel emitía un suave destello, frío y ausente.
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