No es cierto que en el desasosiego
prevalezca aún un rayo de clara incertidumbre
No es verdad que la vereda escarlata, entretejida entre sollozo y llanto
aguarde tu regreso
pues es tu partida,
tu partida de marfil y alcíbar,
lo que envenena el viento.
Ahora, comprendo, no quise que en la noche hirera la mitad de su blancura pétrea
tu sonrisa de esfinge, tu calor de ébano.
Todo ha muerto en el crisol. El crisol inmaculado.
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